"veía con el corazón, veía con los ojos de Jesús"

                                                                                                 Cardenal Ratzinger

“Como la Madre Paulina era creyente, por eso era vidente: veía con el corazón, veía con los ojos de Jesús, y por eso veía bien. La fe de nuestra Beata no fue sólo un acto de obediencia intelectual, un Sí a los artículos del Credo; su fe fue un estilo de vida, en comunión con la vida de Jesús, participando así de la vida de la verdadera vid –veía bien y vivía bien”. De la Homilía del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Su Santidad Benedicto XVI, con ocasión de la Beatificación de la Madre Paulina, en la Parroquia de los Mártires Canadienses. Roma, abril de 1985.

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"La Madre Paulina es un ejemplo de vida. A la angustiosa inquietud del hombre moderno, ella señala un camino de Paz interior: busca animosa y confiada a Dios en los hermanos que sufren. Por eso su mensaje es actual, en la medida que es siempre actual la búsqueda de Dios." De la homilía de SS. Juan Pablo II, Misa de la Beatificación, abril de 1985.

Su Vida

Su Padre: Detmar von Mallinckrodt
Su Madre: Bernardina von Hartmann

Paulina von Mallinckrodt nace el 3 de junio de 1817 en Minden, Westfalia. Es la mayor de las hijas de Detmar von Mallinckrodt, de religión protestante y alto funcionario de gobierno del estado de Prusia y de su esposa, la baronesa Bernardine von Hartmann, de religión católica, originaria de Paderborn. Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre con amor. De ella hereda una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. Herencia paterna son la firmeza de carácter, los sólidos principios, el respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada. Ejercen también una benéfica influencia sobre ella la gran educadora Luisa Hensel y su profesor particular de religión el sacerdote Antonio Claessen, más tarde Obispo Auxiliar de Colonia.
Al servicio de los demás
Parte de su niñez y juventud pasa Paulina en Aquisgrán, adonde fue trasladado su padre. Por la temprana muerte de su madre, Paulina, cuando sólo cuenta 17 años de edad, toma en sus manos la dirección de su casa y la educación de sus hermanos menores Jorge y Hermann y de la pequeña Berta. Cumpliendo su tarea a plena satisfacción de su padre, encuentra tiempo y medios para ponerse al servicio de tantos pobres que por los cambios técnicos, económicos y sociales de su siglo, sufren de miserias materiales y espirituales. En Aquisgrán, con sus amigas cuida enfermos, niños y jóvenes.

«La Madre Paulina conoció el dolor de las purificaciones ya en su juventud: su fe maduró por los problemas del matrimonio mixto de sus padres; maduró con la muerte de su madre, con la responsabilidad por la familia asumida a los 17 años; todo eso se convirtió en la gran escuela en preparación a su responsabilidad como futura fundadora de una nueva familia de la caridad cristiana. El Señor poda los sarmientos que producen fruto», sintetizó el entonces cardenal Joseph Ratzinger en 1985.

A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la Misa diaria. Un poco más tarde su confesor le permite la comunión diaria, algo infrecuente en esa época. Fruto de la Confirmación es también la decisión de Paulina de consagrar su vida entera al servicio de Dios.

Y su Hermana menor, Berta
Su Hermano Jorge
Su Hermano Herman

Cuando su padre se retira del servicio estatal y se instala con su familia en Paderborn, prosigue Paulina su actividad caritativa. Invita y entusiasma a señoras y jóvenes a colaborar en el cuidado de enfermos pobres; pero ante todo le parece necesaria la educación e instrucción de los niños pobres. Funda para ellos una guardería y acoge niños ciegos para cuidarlos e instruirlos. Impulsada por la fuerza de la gracia, organiza la Liga Femenina para el cuidado de los enfermos pobres. Luego funda un jardín de infantes para atender a los niños de las madres que deben trabajar fuera de su hogar para ganar el sustento diario de la familia. La fundación de este kindergarten en 1840 fue una idea novedosa y de avanzada para proteger y dar un ambiente de contención y afecto a estos niños que no podían ser cuidados por sus madres.


La intensa actividad de Paulina dentro de la Iglesia Católica pudo haber sido fuente de conflicto entre Paulina y su padre, en su calidad de funcionario de un estado protestante. Sin embargo, como caballero íntegro que era y convencido de que el Estado no debe interferir en cuestiones religiosas, establece con su hija un pacto secreto por los principios de rectitud y justicia que ambos sostienen, y jamás interfiere con el trabajo de Paulina. Por este motivo el señor von Mallinckrodt es postergado en el ascenso político que le corresponde. Los hermanos de Paulina, Jorge y Hermann siguen su ejemplo en la defensa de la religión católica.

Una joven excepcional

«Pareciera que la gracia traza un círculo en torno a sus elegidos, dentro del cual ellos se sienten como familiarizados con lo eterno y atraídos por lo divino. Las palabras poco cuentan; el ejemplo y la presencia personal lo son todo. La vida, las acciones, son una luz más poderosa que las palabras». Esta observación fue escrita en 1840, en su diario, por el profesor Christoph Bernhard Schlüter, después de su primer encuentro con Paulina von Mallinckrodt, de 23 años de edad, que se hallaba de visita en casa de sus parientes en Münster. El académico, que había quedado casi ciego, reunía con regular frecuencia en su hogar un círculo de científicos, formado por teólogos, filólogos y literatos. El académico quedó admirado por el espíritu dinámico de Paulina, pero más aun, por su profunda piedad. Paulina comulga diariamente y además participa con alegría de las cosas del mundo. Llega hasta las chozas de los pobres para aliviar sus miserias; los ayuda, consuela, exhorta y ora con los enfermos, sin temer ni la suciedad ni los contagios, sino por el contrario, lo afronta todo con una sonrisa dedicando gran parte de su vida en un incansable servicio en favor de los que sufren. «Nunca he encontrado a una persona como ella; es difícil describir la imagen tan atrayente y emotiva de su vivir en Dios», escribe en una carta su prima Bertha von Hartmann.

Fundación de la Congregación: 

En 1842 poco después de la muerte del señor von Mallinckrodt, le confían a Paulina el cuidado de unos niños ciegos muy pobres. Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza. Y como Dios sabe guiar todo según sus planes, son los niños ciegos los que darán origen a la Congregación, porque a Paulina la admiten en distintas congregaciones religiosas pero no así a los ciegos. Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Antonio Claessen quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. Y obtenida la aprobación del Obispo de Paderborn Monseñor Francisco Drepper, el 21 de agosto de 1849 funda la Congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción con tres compañeras más. 

Pronto se abren otros campos de actividad en hogares para niños y escuelas.

Éxodo de Alemania:

Bendecida por la Iglesia, la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios debe ser probada por el sufrimiento; la prueba no tarda en llegar. 

El Canciller von Bismark emprende en 1871 una dura lucha contra la Iglesia católica. Una tras otra vez la Madre Paulina ve cómo se van cerrando y expropiando las casas de la Congregación en Alemania. Con su profundo espíritu de fe la Madre Paulina ve la mano de Dios en esta persecución religiosa. «El Señor nos da y nos quita, bendito sea el nombre del Señor», les dice a las religiosas. Enteramente confiada en la protección divina y abandonada en su Providencia comienza a buscar nuevos campos de apostolado. Adquiere una casa en Bélgica donde hospeda más adelante al Obispo de Paderborn, Monseñor Conrado Martín, víctima de la persecución del Kulturkampf.
«El Señor poda los sarmientos que producen fruto”. Esta palabra se convirtió en una experiencia muy concreta con la gran persecución de la lucha cultural en Prusia. Las casas de la joven Congregación fueron confiscadas, las Hermanas expulsadas, la fundación parecía llegar a su fin. Pero justamente así produjo frutos, se extendió por Estados Unidos y América Latina: en la resistencia contra el espíritu del liberalismo, en el sufrimiento de la purificación, podada por el Señor ha llegado a crecer hasta su total plenitud” expresó
también el cardenal Ratzinger, destacando la entereza de Paulina frente a la adversidad y la persecución.

Capilla de San Conrado donde descansan los restos de la Beata Paulina von Mallinckrodt

La Congregación llega a América

En la misma época de las persecuciones en Alemania llegan muchos pedidos de Hermanas desde Estados Unidos y Sudamérica para enseñar a los niños inmigrantes alemanes. Paulina respondió enviando pequeños grupos de Hermanas a Nueva Orleans en 1873. En los siguientes meses se enviaron más grupos de religiosas a los Estados Unidos y ella misma hizo dos largos viajes a América para constatar en persona las necesidades del Nuevo Mundo, donde fundó al poco tiempo una Casa Madre en Wilkesbarre, Pennsylvania. Desde entonces las Hermanas abrieron además casas en las arquidiócesis de Baltimore, Chicago, Cincinnati, New York, Philadelphia, St. Louis, y St. Paul, y en la diócesis de Albany, Belleville, Brooklyn, Detroit, Harrisburg, Newark, Sioux City y Syracuse. En noviembre de 1874 arriban las primeras religiosas a la diócesis de Ancud, en Chile, solicitadas por Monseñor Francisco de Paula Solar. De allí partirían unos años más tarde hacia el Río de la Plata, en 1883 a Montevideo, Uruguay, y en 1905 a Buenos Aires, Argentina.

Vuelta al hogar

A fines de década de 1870 la persecución religiosa terminó en Alemania y las Hermanas pudieron volver desde Bélgica a su patria donde prosiguieron con su obra. La Comunidad había crecido en integrantes y en misiones durante los años de opresión: nueve establecimientos en Europa, veintisiete en los Estados Unidos, ocho en Chile. 

La Madre Paulina volvió a Paderborn después de su viaje a América en 1880. A los pocos meses, ante el dolor de las Hermanas, la Madre Paulina enfermó gravemente de neumonía y murió el 30 de abril de 1881.

"VEÍA CON EL CORAZÓN"